viernes, 5 de octubre de 2007

Sed

Sed. Tengo mucha sed. Hace noches que no bebo. Pero se lo prometí a mi amada. Por ella lo dejaría. La necesidad y el deseo por el para mí precioso líquido, envuelve todo mi ser. A veces me retuerzo desesperado clamando por unas simples gotas. Pero le prometí a mi amada que jamás volvería a beber. Mi amor por ella es tal, que sin ella no sería nada. Da sentido a mi paso por este mundo. Por ella lo daría todo, incluso mi propia existencia. No te preocupes cariño, no volveré a beber, no faltaré a mi promesa. La fortaleza es parte de mi esencia, aunque también lo es la necesidad de saciar mi sed, y ésta a su vez una razón de mi fuerza. Pero mi amor por ella es sólido, y éste me dará la voluntad necesaria para cumplir lo prometido a mi amada.

Durante siglos me he alimentado con la sangre de los humanos. Soy el Señor de la noche, el Vampiro. He matado, he torturado, he mutilado, he disfrutado con mis ovejas humanas. Esos insulsos y patéticos humanos han osado rebelarse contra mí en múltiples ocasiones a lo largo de su historia, pero siempre fracasaron. Soy inmortal, existo sin vida a través de los tiempos. El Diablo que ronda sobre la tierra, me llamaron algunos. Pero no, ese otro sabe muy bien donde está su lugar, en las profundidades del infierno, esos son sus dominios. Pero el mundo mortal es mío. Él sólo puede influenciar a los humanos, no actuar, y sólo durante el día, la noche es mi aliada. ¡Aquí mando yo!

Pero un día conocí a mi amada. Una humana. Iba a ser una de mis víctimas. Pero algo en ella invadió mi ser. El amor nació en mí. Nunca entendí el amor, lo veía en los humanos y me reía con prepotencia. Pero ahora lo entiendo, lo conozco, lo siento. Decidí convertirla en vampiresa, hacerla Reina de la noche y juntos gobernar este mundo en las sombras.

Entonces comprendí lo falaz de mi pensamiento. Me enamoró su pureza, su bondad, su humanidad. No sé el motivo y tampoco me importa, pero así fue. No podía convertirla, no podía arrancarle su vida, su humanidad. Y entonces ella me lo dijo: “No puedo entregarle mi corazón a un monstruo, debes dejar de beber”. Y yo se lo prometí. Y el Señor de la noche no faltará a su promesa. Pero tengo sed. Tengo mucha sed.

No hay comentarios: