sábado, 13 de octubre de 2007

Crimen

Rememoro aquella mañana infernal, jamás imaginé que podría sucederme lo ocurrido ese nefasto día. Entré en el banco de siempre, saludé al personal que trabaja en él, después de años como clienta nos hemos acabado conociendo y haciendo amigos. Era un día precioso, soleado con temperatura moderada. Sonreía feliz ajena al peligro inminente.

      Recuerdo haberme fijado en el hombre cuando atravesó la puerta, sus ojos sanguinarios reflejaban la maldad de la que haría gala. Sacó una pistola, una semiautomática de 9 mm. Gritó que nos echáramos todos al suelo y le entregaran el dinero de la caja. Obedecimos en el acto temblando de espanto. Sin previo aviso disparó a una chica en la frente para según él demostrar que iba en serio. Todos chillamos aterrorizados mientras el cuerpo inerte de la joven se desplomaba en el suelo. De su cabeza empezó a brotar sangre a borbotones. No podía creer lo que estaba pasando, quería que todo fuera una pesadilla de la que pudiera despertarme, pero no, aquello era la cruel realidad. Mi mente estaba turbada por el pavor que sentía. Mi corazón latía frenéticamente, parecía rozar el límite del infarto. Sentía que me ahogaba, respirar era un esfuerzo titánico. Un sudor frío corría por mi cara; al contacto con mis labios pude comprobar que era de gusto acerbo, era el sabor del miedo. Mis dientes chirriaban mientras mi boca se contorneaba. A pesar de estar asqueada por la visión de la sangre, no podía apartar la vista del cadáver de la chica. La veía muerta, pero aún no podía creerlo, mi mente no conseguía asimilar semejante atrocidad. El asesino, muy alterado, empezó a moverse de un lado a otro gritando y amenazando con su arma. En esa actitud nerviosa, casi enloquecida, resbaló en el charco de sangre creado por la joven, cayó al suelo y perdió su arma.

      Golpeó violentamente las baldosas con su espalda y se retorció aullando de dolor. La pistola deslizó por el piso girando sobre sí misma y terminó chocando contra una pared. La fuerza del impacto, debido a la rapidez, provocó que se disparase. La bala acertó en la cabeza del homicida, que convulsionaba dolorido en el suelo; murió en el acto. El piso se tiñó de rojo, la sangre fluía como si fuera un manantial del mismísimo infierno. El horror arrancó alaridos ensordecedores de las bocas de los presentes; todo había terminado ya, pero había sido una experiencia demencial para todos. El azar o el destino hicieron que el criminal recibiera el mismo daño que causó. La diferencia estriba en que él decidió matar a alguien inocente, en cambio la chica no le había ocasionado daño alguno, él eligió cometer el crimen sin provocación previa; además, su muerte no le devolverá la vida a la joven.

      Hace un tiempo tuve un encuentro con un vampiro del cual conseguí salir ilesa (Hechos relatados en Terror II). Fue un verdadero milagro. El asesino inmortal se había cobrado incontables vidas durante toda su existencia. Estaba en su naturaleza torturar y matar. El homicida que murió en el banco no era muy distinto, igualmente era un monstruo, aunque fuera humano y no un ser sobrenatural. Su naturaleza era similar, también estaba en ella hacer daño y matar. El terror que experimentamos todos en esa situación límite, no ha sido tan diferente al causado por el vampiro. Millones como ese criminal hay en todo el planeta. Pero aparte de los asesinos, no hay ninguna duda de la naturaleza autodestructiva inherente al ser humano.

      No sé cuántos vampiros más habrá sobre la faz de la Tierra. Quizá haya otras clases de monstruos y demonios que yo desconozco. Sin embargo, ellos no son el problema de la especie humana. El problema es la propia naturaleza del ser humano. No nos hacen falta seres infernales ni Anticristo alguno para destruirnos; lo sucedido en el banco lo corrobora.

      En las Sagradas Escrituras se trata el fin del mundo, el Apocalipsis. Me pregunto si el mismo será causado por las hordas del Mal o por el Mal de la propia naturaleza humana. Da que pensar…

3 comentarios:

Susana Peiró dijo...

José Ángel: has nuevamente puesto sobre el tapete EL GRAN TEMA, con tu excelente cuento, y enunciado una variada gama de formas para reflexionarlo.

Volveré, con el tiempo que hoy no tengo, para despuntar algunas líneas con Vos.

Un saludo cordial.

Anónimo dijo...

Jose Ángel,

Estamos muy contentos de que relatos como los tuyos hagan que nuestras páginas se superen día a día. No dejes de escribir, no dejes de sorprendernos.

Gracias.
pasarmiedo.com

Anónimo dijo...

Muy buen cuento
me ha encantando la manera de narrar que tienes y como logras mantener al lector entretenido con la lectura
felicitaciones
saluditos
adios