miércoles, 10 de octubre de 2007

Clínicamente muerto, emocionalmente muerto

Abro los ojos, el dolor sacude mi cuerpo. Veo médicos y enfermeros a mi alrededor, estoy en una camilla que es empujada rápidamente. No sé cómo he llegado aquí, lo último que recuerdo es un camión que invadió mi carril y se dirigía hacia mi coche. Me duele mucho, apenas puedo pensar. Entramos en un quirófano, todos están demasiado nerviosos, mala señal. Me enchufan unos cables, no soy demasiado consciente de ello, todos bailan en torno a mí sin parar, no puedo oír con claridad lo que dicen. De repente, un dolor indescriptible. ¿Me muero? No veo la luz, la gente habla de una luz y de un túnel, yo sólo veo una creciente oscuridad que avanza inexorablemente hacia mí hasta que acaba engulléndome. No me importa, ha llegado mi hora. ¿Para qué luchar? Tampoco se puede decir que en los últimos años haya tenido una vida a echar de menos. Todo se apaga.

Abro los ojos, no siento nada. Veo los médicos entristecidos. Ahora oigo claramente las palabras: “Está clínicamente muerto”. Pero, ¿qué dice? Estoy aquí. Y entonces lo veo, inerte sobre una camilla, es mi cuerpo. ¿Qué está pasando? Lo veo desde arriba, floto sobre mi cuerpo. Elevo mis manos a la altura de los ojos para verlas, pero no tengo manos, no tengo ojos. ¿Cómo puedo ver? No tengo cuerpo. ¿Cómo puedo oír? ¿Qué soy? ¿Alma? El único sentimiento que tengo es que no soy capaz de sentir. También oí que en la muerte no sentimos y por eso somos felices. Me doy cuenta, lo supe pero no quise aceptarlo, estoy muerto. ¿Pero por qué lo lamento? Hace un momento cuando estaba vivo no me importaba morir. Pero no soy feliz sin sentimientos, quizá dentro de una eternidad cuando ya no recuerde cómo son, pero ahora no. Han mentido, no soy feliz. Entonces me doy cuenta, en los últimos años he sido un muerto en vida, emocionalmente muerto, sin sentimientos, y no me importó, también lo supe y no quise aceptarlo. Por eso quizá no lamenté morir. Pero ahora estoy muerto y quiero, necesito esos sentimientos que no tenía en vida. Quiero vivir, una segunda oportunidad, aprovechar la vida, no matarla con penas amargas que consumen todo sentimiento hasta que no se es capaz de sentir ni tristeza. Pero, no puedo estar muerto, todo esto que bulle por mi mente, porque al menos ser pensante sigo siendo aunque no material, son sentimientos, incluso cuando solo sentía que no era capaz de sentir, eso era un sentimiento. En la muerte, no los hay, eso dicen. ¿Pero quién ha vuelto de la muerte para confirmarlo? Me da igual, yo quiero vivir, siento unas ganas de vivir cómo no he sentido nunca. La rabia me posee, una rabia desmesurada cómo jamás había experimentado. Entonces lo oigo: “Un golpe de adrenalina”. Los médicos vuelven a abalanzarse sobre mí. Al instante siguiente sigo viendo, pero no me veo a mí, veo los focos del techo del quirófano, siento dolor atenuado por los calmantes, estoy vivo. Otra vez no oigo de forma clara lo que dicen, pero dejan de bailar a mi alrededor, y se dan la mano unos a otros sonrientes. Viviré, y mi vida otra vez no malgastaré, pues nunca más un muerto en vida seré. Ahora en paz dormiré, y mañana despertaré. Todo se apaga.

 

2 comentarios:

Neos dijo...

Me gusta mucho como escribes.

Anónimo dijo...

ola puedo preguntarte algo? Estuviste muerto clinicamente? parece que si, yo pasé por ello. Clara.